La historia de una escritora

Una vez escrita mi presentación personal, tenía miles de ideas sobre cual debía ser el tema para mi primer blog. Han sido tres años de viaje, así que son mil y una historias por contar; pero después de darle vueltas y vueltas al asunto decidí que siempre es bueno empezar por el principio.

Soy una de esas personas que siempre llevan un libro debajo del brazo, pues no concibo la vida sin la lectura; sin embargo, nunca consideré que tenía aptitudes para escritora. Y este ha sido uno de los grandes regalos de esta experiencia, más allá de conocer lugares nuevos, gente increíble, verme completamente inmersa en nuevas culturas y construir una nueva vida desde cero, he aprendido a valorar mis habilidades y a asumir nuevos retos.

Durante la crisis emocional que me produjo mi divorcio, recibí mucha ayuda. Conocí terapeutas increíbles que me ayudaron a llorar, a sufrir, a pasar el trago amargo y luego a reconstruirme. Tuve el apoyo de mi familia y de mis amigos que siempre se preocuparon por hacerme ver lo valiosa que era. Y conocí en mis viajes miles de personas, muchas de ellas en situaciones similares a la mía, otras que eran simplemente viajeros, y por supuesto muchos locales que se convirtieron en amigos y los mejores guías; al final de cuentas personas que sin conocerme y sin saberlo, me dieron una palabra de aliento en el momento preciso, y me ayudaron a entenderme de una forma diferente.

El amor es sin duda, el más hermoso y valioso de los sentimientos. Todos somos amor y tenemos la grandiosa habilidad de dar amor cada día. Pero a veces, nos fundimos tanto en ese amor y esa apreciación por el otro, que se nos olvida quienes somos. Se nos olvida nuestra propia y única definición como seres completos e individuales que somos, sin perdernos en lo que implica estar en una relación y amar a otro. Se nos olvida darnos amor a nosotros mismos.

Eso me pasó a mí. Cuándo mi exesposo me pidió el divorcio, se me derrumbó el piso. Lloré por horas y horas tratando de entender -¿Cómo iba a concebir mi vida sin él?, ¿Qué iba a ser de mi vida sin él? ¿Quién era yo sin él?  

Nos conocimos en segundo semestre de la Universidad. Ambos estudiábamos para ser médicos veterinarios y zootecnistas en la Universidad del Tolima. El hecho de tener gustos similares hizo todo más fácil, pues disfrutábamos horas y horas juntos haciendo las mismas actividades. Para ambos era genial perseguir pájaros buscando las mejores fotografías, caminar montañas, montar a caballo por parajes solitarios, discutir sobre vacas por horas, en fin, todas esas cosas que hacemos los amantes del campo. Y fue así como terminamos la Universidad juntos, nos graduamos juntos, hicimos la pasantía juntos y en el momento que decidimos casarnos ya llevábamos ocho años de relación, en la cuál ni él, ni yo, ni las personas que nos rodeaban, concebíamos la vida sin nosotros como una unidad.

Redefinirme como persona y como mujer ha sido un camino que me ha costado a veces subir; pero una y otra vez, cuando alcanzo esas cumbres difíciles a las que creo que no llego, siento mi alma reconfortada y una alegría inigualable. Tras un largo caminar en este proceso, me atrevo a decir que estoy completamente segura de que para disfrutar una relación es importante tener gustos similares, pues de lo contrario se hace muy difícil compartir y repartir el tiempo. Pero de acuerdo a mi propia experiencia, también sé que es importante guardar refugios personales, momentos de soledad, amigos que no sean compartidos; es decir, encontrar un balance entre compartir tiempo con el otro, pero sin olvidarnos nunca de dedicarnos tiempo y cuidados a nosotros mismos, y valorar ese tiempo como si fuera oro.

La idea de viajar, o mejor dicho de cambiar totalmente de vida, vino de esa necesidad de descubrir quien era yo. descubrir que me gustaba, que no me gustaba, que era capaz de hacer, cuáles eran las cosas que me producían miedo e inseguridad, como podía vencer esos miedos, como podía crecer en mi parte personal. Tras analizar y sacar conclusiones de los momentos más duros y con el resultado de las terapias, llegué a la conclusión que tomar tiempo y distancia era una buena decisión, un buen punto para recomenzar. Una buena manera de empezar a luchar contra mi miedo de estar sola, la mejor manera de encontrar en mis horas de soledad como volver a sonreír.

Y aunque al principio no fue fácil, porque viajar te enfrenta a nuevos retos y el hecho de viajar sola aún más; poco a poco fui disfrutando más y más mi tiempo. Fui perdiendo la pena que sentía al entrar a un restaurante a comer sola, cuando todas las mesas alrededor estaban rodeadas de parejas; fui ganando valentía para caminar sola por las calles, y hasta aprendí a tomar muy buenos selfies para no siempre guardar de recuerdo fotos sin rostros. Cuando me di cuenta, me había transformado en una persona que adoraba hacer preguntas y sentarme a compartir mi historia con extraños. Pasé de nunca expresar mis sentimientos a hablar de cualquier tema con gente que había conocido cinco minutos atrás, incluso de los temas más personales. Y en todos esos momentos aprendí que la vida te trae el mensaje necesario en el momento correcto. Aprendí a valorar los pequeños detalles, aprendí a ser feliz con lo más mínimo. Perdí el miedo a sonreír.

Nunca hubiera sido posible contar esta historia sin las manos amigas y las palabras de apoyo correctas. Y es por eso por lo que hoy, disfruto invertir mi tiempo escribiendo estas letras. Porque soy muy consciente que escuchar y leer las historias de otras personas que habían pasado por lo mismo que yo y lo habían podido superar, me dio la fuerza para seguir, para continuar cada día, para dejar de llorar, secarme las lágrimas, ponerme un lindo vestido, y salir a bailar esta vida que tiene tanto para ofrecer. Espero que este escrito y mi experiencia puedan servir para que otros también recuperen la sonrisa. Si quieres saber más sobre mi historia sigue el siguiente link https://colombiatoindia.com/about/